Querida Dolçe...
Esto iba a ser un comentario a tu anterior entrada, pero se
ha liado la cosa y he acabado aquí.
Quiero ser clara desde un principio, decirte que nosotras podemos hablar desde el resentimiento como ellos pueden
hablar desde la soberbia y el rencor.
Ahora no nos vamos a poner extremistas, todos tenemos una maleta llena de
historias, por lo tanto nuestra voz va cambiando según se añadan vivencias a
esa maleta. Nadie permanece impasible a las relaciones y eso lo sabemos
nosotras y lo saben ellos. Pero a muchos hombres les encanta achacar cualquier
acto y palabra de la mujer a su innata neurosis latente. Nadie quiere admitir
que ha podido tratar mal a otro, es mejor pensar que el problema está en la
otra persona y aquí paz y después gloria. Recuerda cuantas mujeres han quedado
de locas en una historia contada por hombres... (Nuestra preferida, o una de
ellas, es Juana la loca... loca, pero de amor).
No tenemos que dejar que nos haga creer nadie, ya sea hombre o mujer, que somos
unas amargadas o rencorosas… Puede que en momentos nos sintamos así, pero esto
es como lo de tu prueba en la entrevista de trabajo, ¿quién tiene la culpa de
que yo me sienta así…?
En cualquier caso, estando amargadas o no, somos capaces de amar una y otra
vez, cosa que no todo el mundo puede hacer, a pesar de que sean estupendos/as y
tengan la respuesta para todos los enigmas de la vida y el corazón.
Solo te digo que mi voz puede tener un regusto amargo, pero bajo ese poso, como
ocurre en el café bombón, está lo dulce, porque nos queda mucho… y nuestras
historias son tristes porque dimos infinito y apenas recibimos, pero aún tiene
que llover mucho para que nos compremos una pizarra en la que apuntemos nuestras
conquistas y su puntuación.
Este punto es el que hace sentirme muy tranquila con respecto a lo que puedan
decir los demás.
Siempre con la cabeza alta, Dolçe, no hay nada de lo que
avergonzarse.