Mi querida compañera de fatigas, Dolçe, quiere que nos disfracemos para Halloween. El requisito indispensable que pone es que tiene que ser un disfraz "de miedo", es decir, que de miedo. Lo que significa que podemos ir disfrazadas de sardina o de cepillo de dientes siempre que sea una sardina o un cepillo de dientes "de miedo".
Por este motivo ha elegido los siguientes disfraces... ella irá de Whatsapp y yo iré de "Hola"... porque a ella le da pavor el whatsapp y a mí un terror espantonso saludar.
Y venga miedo para arriba y miedo para abajo, y mientras leía el proceso emocional, he generado una teoría, la Teoría Emocional Dolçe-Pelot.
Dicha Teoría viene a explicar que tanto la bella Dolçe como la linda Pelot recorren todo el abanico de emociones a la hora de afrontar cada suceso relevante de su ajetreada existencia emocional. Sí, ajetreada.
Por lo tanto, sin ningún orden coherente, y en un periquete, pueden pasar por todo el repertorio emocional, desde el odio, a la alegría y de ahí al asco o la rabia, en un mismo día y todo generado por un mismo hecho.
Esto va más allá de la multifunción. Más allá de la bipolaridad.
Así que pase lo que pase, sea bueno o malo, conseguimos verlo desde todos los estados de ánimo, pudiendo dar una sensación ficticia de inestabilidad... ficcticia.
Dolçe quiere que nos disfracemos "de miedo" porque, yo creo, que quiere que, aunque sea sólo por un día en nuestra vida, nos mantengamos las 24 horas en una sóla emoción.
¡Ay Dolçe! ¡Pobre Dolçe! Eso nunca ocurrirá por mucho disfraz que nos queramos poner...
Todas las emociones tienen alguna función que les confiere utilidad y
permite que el
sujeto ejecute con eficacia las reacciones conductuales apropiadas y ello
con
independencia de la cualidad hedónica que generen. Incluso las emociones
más
desagradables tienen funciones importantes en la adaptación social y el
ajuste personal.
EL PROCESO EMOCIONAL
Mariano Chóliz Montañés